Estructuras y Políticas Agrarias (XIV)

Ramón Tamames Gómez
Viernes, 07, Junio, 2024
Actualidad

Siguiendo con las pautas de nuestro análisis del sector agropecuario español, nos ocupamos hoy de la población activa rural, así como la capitalización del sistema agrario, y los precios de la tierra. Son cuestiones importantes, pues sin factor humano no habría agricultura, y sólo la sucesión razonada y razonable de agentes en el campo, garantiza que España siga siendo toda una potencia rural. En ese sentido es importante también apreciar los niveles de capitalización, tanto en lo que se refiere a los insumos para forzar la productividad (fertilizantes, etc.), como en lo que respecta a la evolución del parque de maquinaria, con tractores, cosechadoras, etc.

La población activa rural

Dentro del total de la población agrícola, ha caído sobre todo la de los campesinos sin tierras, que trabajan por cuenta de los propietarios, aparceros o arrendadores. En 1960, el número de los obreros agrícolas ascendía a 1.977.930, casi el 40 por 100 de la población activa rural. Posteriormente, en el censo de población de 1970, la cifra era de 982.000, el 35,9 por 100; y desde entonces, los efectivos de obreros agrícolas siguieron reduciéndose rápidamente hasta situarse en menos de 100.000; si bien en las épocas de recogidas de las grandes cosechas (olivar, viñedo, algodón) esta cifra se ve incrementada con temporeros sobre todo de procedencia exterior.

Por lo demás la actual situación de la población asalariada es muy distinta en los aspectos sociales. Los salarios en el campo han crecido más que en la ciudad, existen formas específicas de subsidios para el empleo rural, y jubilación optativa a los sesenta años. De todos esos factores, de manera muy especial, los programas de empleo rural (PER/EAPSA), han contribuido a retener la población rural asalariada en condiciones sociológicamente poco productivas, y políticamente condicionadas. No es extraño, pues que, en tales circunstancias, la presión por la reforma agraria -salvo en casos muy concretos- haya cedido casi por completo en Extremadura y Andalucía. Debemos mencionar también uno de los temas que más preocupan a los especialistas del sector: el envejecimiento de los efectivos humanos en el campo.

En fin de cuentas, el agricultor ha dejado de ser el mero acompañamiento humano del paisaje en una sociedad tradicional, según se veía antes; para convertirse en un empresario que ha de resolver todo un cúmulo de problemas técnicos, financieros, de mercado, etc. Siempre con la incertidumbre de cómo será el marco de la PAC, y cuál será su sucesión personal al frente de su explotación. Por esas razones cada vez se impone más la fórmula de la agricultura societaria que permita la agrupación de explotaciones frente al agricultor individual.

La capitalización

Entramos ahora en el estudio del tercero de los factores de la producción agrícola: el capital, que comprende los fertilizantes y anticriptogámicos, la maquinaria y el ganado de renta[1]. De modo que los rendimientos, sólo pueden elevarse con una fuerte inversión en estos tres bienes (y en regadíos, cuestión ésta a la que ya nos hemos referido). Pero constatando, de antemano, que la senda de la agricultura productivista está rodeada de todos los peligros medioambientales, por la sobrecarga de los ecosistemas.

La insuficiencia y la irregularidad de lluvias en España, no siempre permite el empleo más racional de fertilizantes, cuyo consumo puede apreciarse a la vista del cuadro 1; todavía en niveles inferiores a los de otros países europeos transpirenaicos, que España no podrán alcanzarse nunca, por puras razones climáticas en el secano.

En la escasez de fertilizantes residió la principal razón de la lentitud con la que se recuperó la agricultura española después de la guerra civil 1936/1939. Sólo cuando los suministros de abonos minerales fueron normalizándose, comenzaron a aproximarse los rendimientos por hectárea a los de preguerra. En el cuadro 1 se aprecia la tendencia a un consumo cada vez mayor de fertilizantes[2].

En cuanto a maquinaria agrícola -un mundo cada vez más sofisticado-, la evolución del parque de tractores (cuadro 2) es el índice más claro del grado de mecanización. Si bien es cierto que existen ya muchas sociedades de trabajos agrícolas de todas clases, especialmente en el caso de los cereales: las grandes cosechadoras trabajan desde mayo hasta septiembre en su labor de recolección, en la dirección sur-norte del país, siguiendo el calendario de la maduración y de la recolección.

Precio de la tierra

En cuanto a los precios de la tierra, conocieron un muy notable incremento sobre todo a partir de 1998, con la aplicación de la PAC, que consolidó derechos económicos adscritos a fincas. Como también influyeron las expectativas suscitadas tanto al socaire del boom inmobiliario como de la nueva política de energías renovables, que abre nueva posibilidad de negocio con las instalaciones eólicas y los huertos solares fotovoltaicos[3]. 

Anualmente, el Ministerio de Agricultura elabora la Encuesta de Precios de la Tierra, pudiéndose comprobarse una tendencia casi siempre ascendente, por ser un factor físicamente limitado, situación que sólo podría cambiar de manera sensible, con la agricultura vertical. En esa línea, los avances en un país como Holanda sirven de modelo, sin olvidar experiencias de ámbito gastronómico, empezando por la ciudad de Nueva York, con sus huertas elevadas, que producen in situ parte de sus propias necesidades de alimentos frescos.

En cuanto a los precios de la tierra, conocieron un muy notable incremento sobre todo a partir de 1998, con la aplicación de la PAC, que consolidó derechos económicos adscritos a fincas. Como también influyeron las expectativas suscitadas tanto al socaire del boom inmobiliario como de la nueva política de energías renovables, que abre nueva posibilidad de negocio con las instalaciones eólicas y los huertos solares fotovoltaicos[4]. 

Anualmente, el Ministerio de Agricultura elabora la Encuesta de Precios de la Tierra, pudiéndose comprobarse una tendencia casi siempre ascendente, por ser un factor físicamente limitado, situación que sólo podría cambiar de manera sensible, con la agricultura vertical. En esa línea, los avances en un país como Holanda sirven de modelo, sin olvidar experiencias de ámbito gastronómico, empezando por la ciudad de Nueva York, con sus huertas elevadas, que producen in situ parte de sus propias necesidades de alimentos frescos.

El precio medio de la tierra para uso agrario es muy diferente según el tipo de aprovechamiento, ubicación, posible uso inmobiliario ulterior, etc. En 2020, los precios (véase cuadro 3), disminuyeron levemente un 0,5 por 100, y en 54 euros por hectárea, según la encuesta del Ministerio de Agricultura. La disminución se produjo por segundo año consecutivo, mayormente por los efectos de la pandemia.

Las subidas relativas más importantes se produjeron en el precio del suelo en las hortalizas de invernadero (+7,7 por 100, hasta una media de 203.843 ?/ha); en uva de mesa para regadío (+5,2 por 100 más, hasta 39.681 ?/ha); cítricos (+4,1 por 100, hasta 41.822 ?/ha); frutales de clima subtropical en secano (+3,9 por 100, hasta 7.756 ?/ha); frutales de clima templado en secano (+3,1 por 100, hasta 14.331 ?/ha), y en hortalizas al aire libre (+3 por 100, hasta 36.609 ?/ha). Todos productos muy apreciados por los consumidores.

Hasta el próximo viernes, como siempre, los lectores de Tribuna pueden conectar con el autor en castecien@bitmailer.net

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