Muchos son los héroes anónimos que día a día trabajan de manera voluntaria para ayudar a que muchas personas puedan tener una vida digna disfrutando de pequeños placeres que hacen mucho más llevaderos esos días.
El Centro sociosanitario Hermanas Hospitalarias de Palencia es referente nacional en atención a las personas mayores y discapacidad y cuenta con alrededor de 150 voluntarios que trabajan codo con codo con los usuarios pendientes de llevarles a actividades, de su bienestar y sus necesidades.
Dos de esas valientes anónimas son María Antonia Rodríguez y Eva Burón. La primera lleva casi veinte años colaborando con la institución, la segunda cerca de cuatro, pero ambas comparten la pasión por ayudar y ver sonreír a sus "ángeles" cada vez que comparten el tiempo con ellos.
María Antonia es una de las veteranas. "Tengo 73 años y cada vez vamos quedando menos de mi edad ayudando", apunta la voluntaria que acude dos veces por semana a ayudar.
"Los martes me voy con tres usuarios en el coche para venir a Palencia, tomamos un chocolate y luego damos un paseo por la calle Mayor, aunque hay veces en las que se cansan y no llegamos a los Cuatro Cantones", lamenta. "Descansamos y a las 13.00 horas volvemos".
Aunque antes de que cualquier usuario salga del centro con algún voluntario son las enfermeras y los enfermeros los que deciden quien reúne mejores condiciones para salir en ese día.
Sin embargo, los jueves, el segundo día en el que María Antonia acude a prestar su ayuda, esta voluntaria se queda en el Centro con algún usuario compartiendo paseos y vivencias por los pasillos y jardines del centro hasta casi entrada la tarde.
"Es una labor muy gratificante, aunque considero que realmente yo no hago nada, además, lo hago en mi tiempo libre. Ahora no trabajo y muchos días dedico las mañanas a jugar al golf, alguna vez he pensado en dedicar algo más de tiempo", apostilla esta voluntaria que también es apasionada del fútbol.
"El pasado año íbamos a ver al Palencia Cristo todos los domingos. Es algo que realmente les encanta, aunque este año como todavía no nos han dado las entradas no hemos podido ir. Conmigo suelen venir tres o cuatro usuarios que se desviven animando al equipo".
Pero las vivencias que estas voluntarias comparten con los usuarios les llevan también a vivir experiencias inolvidables fuera de la capital en muchas ocasiones.
"Tenemos muchas excursiones. Este verano hemos ido tres veces a Paredes de Nava, a ver museos, a una granja, les llevamos a merendar a lugares que les encantan… Aunque creo que la actividad más gratificante han sido los cinco días que pasamos en agosto en el Santuario de Nuestra Señora de Lourdes, en Francia. Fuimos a la peregrinación con unos cuantos usuarios y ahí si que se ve la convivencia. Es total, desde que les cogemos a las 8 de la mañana en el centro hasta que regresamos a los cinco días. Estamos todo el día con ellos", afirma con una sonrisa de oreja a oreja María Antonia que aún recuerda con cariño la ocasión en la que se desplazaron a hacer parte de la ruta del Camino de Santiago.
"Dormíamos todos juntos, eso sí era una convivencia. Era como estar con tu hermano o hermana, una convivencia total y ellos lo agradecen, te quieren y te comen a besos. Para nosotros son como una continuación de nuestras familias", subraya, aunque en aquella ocasión sufriesen algún que otro percance. "Tuvimos que llamar al centro para que recogiesen a uno de los usuarios porque al andar a una persona le salieron ampollas en un pie y no podía andar más".
Hoy en día parece que ha dejado de ser un tabú hablar de salud mental y los problemas que derivan de ella. Cada vez está más presente en la sociedad poder hablar sin miedo al qué dirán sobre temas que hace no tanto tiempo apenas ocupaban pequeños titulares en portadas de diarios.
"Por fin se empieza a hablar de ello y parece que la sociedad lo está entendiendo porque a muchos nos toca de cerca hoy en día, ¿qué familia no tiene a alguien cercano con algún problema de esta índole?", afirma sin tapujos María Antonia.
Menos veterana, aunque con las mismas ganas, es Eva Burón. Una voluntaria que lleva cerca de cuatro años colaborando con Hermanas Hospitalarias y que trabaja en la panadería Ayuela-Burón de la capital, lo que le dificulta poder pasar más tiempo ayudando.
"Empecé a trabajar como voluntaria cuando mis hijos y mis padres no necesitaban de mis atenciones. Antes estaba más tiempo, un día a la semana, pero era muy difícil poder compaginarlo con el trabajo", explica Eva.
La pasión por su trabajo se la inculca a los usuarios del centro. Y es que dos veces al mes estos se acercan a realizar talleres de repostería para endulzar un poquito, si cabe, sus días.
"Empecé acompañando a algunos usuarios y hacer otras actividades, pero a raíz de la pandemia teníamos que hacer algo a distancia y dentro de lo que se nos ocurrió a cada uno, yo pensé en el taller de repostería a distancia para por lo menos tener una cercanía y darles una alegría. La satisfacción que me da hacerlo con ellos me compensa con creces", explica esta voluntaria que estos días ha enseñado a hacer pastas de té de almendrá con la manga pastelera.
"Es un taller muy goloso. Después de hacerlo se llevan una parte de lo que se ha hecho y lo comparten con otros usuarios ya en el centro. Eso les hace más queridos en su grupo porque luego son los que invitan. Muchas veces se quedan sin ellos por compartirlos".